Octavio Paz en la calzada de los poetas


Publicado porJosé Homero el 11:30 p.m.

Jorge González Durán, Xavier Villaurrutia y Octavio Paz en Los Berros (Xalapa, 1942) Foto de Lola Álvarez Bravo
A partir de una fotografía de Lola Álvarez Bravo de principios de los cuarenta, José Homero recrea la visita a Xalapa de Xavier Villaurrutia y Octavio Paz, acompañados de Jorge González Durán, para una lectura organizada por el antecedente del INBA.
A PRINCIPIOS de los años cuarenta Octavio Paz visitó Xalapa. Fue una mañana fría. El viento agitaba las hojas y las nubes rumiaban lluvia mientras la humedad maceraba a los poetas que rindieron tributo a Salvador Díaz Mirón visitando su célebre casa de Xalapa, aunque ninguno lo admirara especialmente. Jorge Cuesta, quien mejor comprendió la tentativa satánica de los versos del veracruzano, había ya muerto. No quedan datos ni registro de dónde se efectuó la lectura. Apenas un testimonio: la fotografía de Lola Álvarez Bravo con Xavier Villaurrutia como eje semántico y simbólico de la composición.
Villaurrutia, ya un poeta consagrado, viste un traje de raya diplomática con un protector chaleco, perfecto el nudo americano de la corbata, ensaya sonriente una pose, los brazos cruzados, la sonrisa levemente irónica mirando a la cámara. Lo flanquean dos jóvenes. Jorge González Durán, poeta de la promoción de Tierra Nueva, posa su mano izquierda sobre el hombro de Villaurrutia mientras guasón reclina el rostro . Siendo el más joven de los tres, viste informal y se comporta campechano, confianzudo. Mano en los bolsillos, suéter con cierre. Un detalle: sus zapatos relumbran, los de sus compañeros no. Mucha chulería para ser tan joven, ¿es porque ha comenzado ya su carrera burocrática?
Octavio Paz, a la izquierda de Villaurrutia, luce dubitativo, expectante. Contrario a Jorge, se mantiene apartado de Xavier, aun cuando sus pies casi se tocan. Es indicativo que Villaurrutia adelante su pie izquierdo en dirección a Paz, delatando coqueto su preferencia. Pese al rostro sonriente, seguramente a causa de un comentario en chanza de González Durán, Octavio asume una actitud distante. Contrito el puño, torso erguido, latente la tensión en su hombro. Sus zapatos estilo Boston están gastados, innobles, aunque las líneas de su saco de casimir no desmerecen ante el corte de Xavier. De no ser por las mangas…
Por la vegetación –helechos, se han detenido cerca de la otrora Calzada de los Poetas, donde bustos de Salvador Díaz Mirón, Rafael Delgado, Josefa Murillo, realizados por el escultor Carlos Bracho, circundaban los muros de una antigua casona. Hoy nada queda: la rapiña y el descuido de las autoridades municipales terminó con esos bustos que honraban la tradición literaria de Xalapa gracias al mecenazgo de Adalberto Tejeda. El más hermoso parque de Xalapa, donde bajo los altos eucaliptos y las roñosas araucarias se respiran aires de otros tiempos, con ramalazos de ese abandono pútrido que envenenó la imaginación decadentista, ha quedado trunco sin que a nadie le importe. Huera memoria de una ciudad que se ufana de culta.
Benito Coquet (1912-1993), a la sazón un célebre hombre de cultura y hoy en el completo olvido –lo cual es una injusticia, acaudillaba a comienzos de la década de los cuarenta (1941-43) la Dirección General de Educación Extraescolar y Estética, antecedente directo del Instituto Nacional de Bellas Artes. Como parte de su labor titánica –anteriormente había sido delegado de la joven Universidad Veracruzana, secretario de la Confederación Nacional de Estudiantes y posteriormente crearía el Instituto Mexicano del Seguro Social además de ejercer como secretario del presidente Adolfo Ruiz Cortinez–, Coquet promovió el arte en sus facetales expresiones a lo largo del país. Presumiblemente los poetas de estas distintas edades y promociones estuvieron presentes esa mañana para una lectura –Rafael Vargas dixit–. Coquet, joven ya integrado a los colaboradores de Manuel Ávila Camacho, había convocado a los miembros de Contemporáneos y a escritores como Mauricio Magdaleno para sus giras culturales. El año del encuentro permanece dudoso; debió ser sin embargo 1942 o 1943, ya que González Durán se incorporó a las misiones culturales en los estados en 1942 y la dirección devino INBA en 1944.
Incluida por vez primera en el volumen Xavier Villaurrutia en persona y en obra de Octavio Paz (FCE, 1978), cortada y con información errónea –se lee Parque Díaz Mirón, siendo el nombre correcto parque Miguel Hidalgo, mejor conocido como Los Berros, y recuperada en el libro Octavio Paz, entre la imagen y el hombre (Conaculta, 2010), iconografía en blanco y negro firmada por Rafael Vargas, esta imagen atestigua el encuentro de tres poetas.
Pocos saben que uno de los mecenas de Lola Álvarez Bravo y responsable del reconocimiento de su obra fue Benito Coquet, como expone Olivier Debroise en su libro sobre la fotógrafa: Lola Alvarez Bravo. In her own light (Universidad de Arizona, 1994). González Durán a su vez prologó una exposición de Álvarez Bravo en el Palacio de Bellas Artes.
Oriundo de Xalapa, francés de ascendencia, Coquet se había formado en las escuelas superiores de la ciudad y posteriormente cursó estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. En 1947 recibió su título de abogado por la Universidad Veracruzana. Desde trincheras distintas, Coquet y Octavio Paz coincidieron en varios momentos. Cuando en 1934 Lázaro Cárdenas intentó uniformar la educación en México con un cariz marxista, Coquet emergió como el gran líder estudiantil –procedente de la Veracruzana– y acaudilló la protesta desde la Confederación Nacional de Estudiantes, junto a Bernardo Ponce. Hubo manifestaciones, debates, cartas públicas y un enconado encuentro en San Luis Potosí. Uno de los estudiantes que firmó esa carta de protesta, una entre 500 firmas, fue la de Octavio Paz. Otro de los opositores a la subordinación de la universidad al Estado fue Jorge Cuesta. En otra ocasión al rendir homenaje al poeta recientemente fallecido Miguel Hernández, Coquet invitó al joven Paz y a otros poetas del exilio español en México.
Más tarde, ya director del IMSS y mecenas del teatro público, Coquet sumó a su equipo a Andrés Henestrosa, Octavio Paz y Jorge González Durán. Otro de sus legados: la creación del  Premio Nacional de Ciencias y Artes, surgido el 11 de septiembre de 1944 por una disposición de una ley del Congreso de la Unión, a iniciativa de cuatro diputados, entre los que destacan Coquet y Manuel Moreno Sánchez. Moreno Sánchez (1908-1993) había sido otro de los compañeros de Paz en San Ildefonso y colaborador de Barandal. Finalmente en ocasión de los 75 años del poeta, Coquet publicó una bella carta a su amigo de juventud y colaborador antiguo.
Francisco Hernández en Imán para fantasmas ha escrito un poema en prosa –pero no está en prosa, sobre esta foto:
–La carrera sin sed de los helechos –murmura Villaurrutia mientras posa–, es lo que puede acelerarse ahora.

Lo rodea el brazo de González Durán y piensa Octavio Paz, joven, sonriente: “Estamos en un parque de Xalapa. La humedad es nostalgia de la vida, Díaz Mirón es disparo en la memoria y Xavier es palabra de poesía”. Imposible determinar la hora, mas estaba nublado de seguro. Se adivinan los truenos en lo alto. El aguacero afila sus espuelas para poder correr tras las estatuas.




Por José Homero




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